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jueves, 28 de octubre de 2010

Reflexión sobre el dictado de clase:



Hoy, por primera vez en mi vida, he hecho un dictado de un dibujo.
El dictado lo han hecho unos compañeros y yo he intentado representar los dibujos tal y como ellos los describían, pero a pesar de preguntar mil veces y en algunas ocasiones llegar a desesperarme, no he conseguido hacerlo bien del todo.
Esta noche, al llegar a mi casa me he preguntado si el problema de no haber conseguido hacer el dibujo perfecto había sido la mala emisión de los datos por parte de mis compañeros o la mala recepción de estos por mi parte, y para salir de dudas he intentado hacerle el mismo dictado a mi madre. Para sorpresa mía, no me ha salido tan mal pero lo cierto es que es muy difícil transmitir los datos y no omitir alguno importante.
Este ejercicio no enseña a expresarnos con mucha claridad y con soltura, nos obliga a buscar palabras más difíciles para tratar de describir algo y si somos receptores nos obliga a estar muy atentos y tratar de recibir bien la información que nos están dando. Pero ante todo, lo que yo creo que nos enseña este ejercicio es a tener paciencia. Paciencia con los compañeros o alumnos que están intentando comprender lo que nosotros queremos decir. Porque aunque nosotros pensemos que lo estamos explicando todo bien y tal cual es, no todos lo entienden, por eso debemos ir despacio y no ponernos nerviosos si alguien no comprende todo a la primera.


Despacito y  con buena letra, dice el maestro en la escuela